Sunday, October 22, 2006

Púrpura

- Si tuviera que describirte en un color, de seguro sería el púrpura...- le dijo así, sin mas, y ella no supo si preguntarle en ese mismísimo momento para saciar su curiosidad o si dejar pasar unos segundos hasta recibir una explicación a tal afirmación cuando él lo deseara.
Decidió finalmente quedarse en silencio, y no pasó mucho tiempo hasta que él le explicó. Le dijo que para definirla, debía buscar algo que tuviera necesariamente dos partes. Una referida a la calidez, la dulzura, el amor, la pasión que ella emanaba, así a simple vista. Y otra que tuviera relación con un dejo de tristeza, una pena, algún dolor que sin lugar a dudas estaba presente en su piel. Así es que eligió el púrpura. Una parte de rojo, de amor, de pasión y de dulzura, y una parte de azul, de tristeza, de dolor. Púrpura. Púrpura. Ese era su color.
Siguieron pasando las horas, mientras ellos se distraían en colores, músicas, amores...
El día estaba especial para estar ahí. Un bar, en plena tarde, con calor y olor a verano.
Una mesa, una baranda, un jugo de naranja y un café. Y todo se resumía a ese escenario, (porque claro, las mujeres son siempre mas escénicas que los hombres, o así lo dijo él).
Hablaron, mucho. Se miraron, también mucho. Sonrieron.
El le confesó que a veces se sentía pasado de época, (especialmente cuando veía como se vestían ahora las chicas jóvenes) y que le hubiera gustado vivir en los años 50 en Europa. Le contó que había dos cosas que le faltaban para ser enteramente feliz, le mostró fotos de su amor, le contó de su casa, de su hogar, de los quesos y de la cocina.
Y ella también. Le contó de su familia, de su casa, de cómo amaba al país en el que vivía, de cuán necesario era erradicar la ignorancia del mundo, de que había tres cosas que la hacían sonreír, y que pensar era una de ellas.
Y él la hizo sonreir, muchas muchas veces en la tarde... y pensar, también.
Lo cierto es que en pocas horas lograron conocerse. Sabían, aunque mas no fuera lo necesario para sentirse amigos.
El la miraba, y ella también. Y había un algo. Ella no sabia bien qué era, y tampoco deseaba averiguarlo. ¿Para qué? Si estaba bien así. El era todo lo que ella había esperado encontrarse.
Siguieron hablando. El retrasó una cita que tenia después, para quedarse aunque fuera un rato mas, y ella se sintió halagada.
Pasaron el tiempo que quedaba, hablando. Pensando, intentando explicarse y sintiéndose comprendidos.
Se despidieron. Quedaron en volver a verse, pronto, muy pronto.
Se abrazaron. Un abrazo muy fuerte, muy calido.

Y él se fue. Y ella también, se fue. Y se fue pensando cómo haría para enseñarle su mundo. Lo que ella podía ver de su país, de su lugar. Cómo convencerlo de que no se fuera. De que las cosas todavía tenían un valor, y de que, sin lugar a dudas, servían para algo.

Monday, October 16, 2006

Hay veces...


Hay veces en que quisiera dejar que el tiempo pase, y en estos días solamente me dedico a observarlo mientras se arrastra justo por debajo de mi ventana.
Hay veces en que me gusta correrlo. Y entonces me levanto rapidísmo de la cama y hago lo posible por alcanzarlo, aunque mas no sea por el gustito de poder llegar tan cerquita que hasta siento que lo voy a tocar.
Hay veces en que mi vida se llena de cosas, de imágenes, de ideas, de músicas, de colores, y entonces tengo ganas de cantar y de hablar con la gente, y de tomarme un mate en una plaza acompañada de un libro.
Hay veces en las que no tengo nada. Nada mas que a mí misma y siento que la vida es demasiado injusta conmigo, o que yo soy demasiado injusta con la vida. En estos días me siento a esperar. A esperar entender algo de lo que pasa, a escuchar consejos que son mas ordenes que consejos y a pensar en todas las cosas que me harían falta para ser feliz (y que por supuesto, no puedo tener).
Hay veces que vuelvo a mi casa, y descubro que había dejado un pedacito de mí tirado en la cama. Entonces me siento extraña hasta conmigo, y me doy cuenta de que ese día no fui yo la que salió, sino, una parte incompleta de mí.
Hay veces que me enojo. Y de esas veces, hay algunas que es conmigo. Y pienso en cómo me gustaría entenderme, o dejar de ser yo por alguna tarde para salir a ser otra lejos de mí.
Hay veces que me reconcilio conmigo. Entonces me gusta pasar la tarde pensando en todas las cosas que pude conseguir hasta ahora, y estamos solas. Yo y yo.
Hay veces que extraño no ser yo con vos. Y entonces se me llena el cuerpo de recuerdos y sonrío pensando que alguna vez, te voy a volver a encontrar y que ese día va a ser mágico. Vos y yo.
Hay veces que quisiera no despertarme. Porque el día está gris, o porque yo estoy gris con el día, y entonces preferiría mil vidas quedarme acostada mirando el techo y deseando que las horas se adelanten lo más posible, y me alcancen ellas a mí.
Hay veces que no estoy. Y no hay manera de encontrarme. Y me busco, y trato de reflejarme en algún lado para ver si aparezco. Entonces me siento en la vereda a esperar que mi yo regrese a juntarse conmigo.
Hay veces en que quisiera perderme, y esos días, sin embargo, son los que mas presente estoy. Y no hay manera de deshacerme de mi misma.
Hay veces en las que desearía no pensar tanto, y hacer más de lo que digo. En esos días, siento que nada es suficiente. Y me hago promesas que después cumplo sin saber muy bien si persiguen algún objetivo mas allá de no sentir que no hago nada.
Hay veces en las que necesito que alguien me rescate, y me alcanza con que me digan una palabra alentadora para aferrarme a eso, y seguir siendo.
Hay veces...

Tuesday, October 03, 2006

Encuentro



Qué feo día el de hoy!
No quiero ver a nadie, ni hablar con nadie, ni sentirme mal por nadie, ni que nadie se sienta mal por mí.
Hoy es un día horrible. Apenas si tengo ganas de levantarme para escribir... apenas.
Y en realidad no sé muy bien que pasa.
No sé si es por N. que está cada día mas rara, mas alejada, mas triste.
No sé si es por la facultad, por el clima, por la lluvia, por el cansancio.
No sé si es porque ayer no te quería ver, y no te vi.

Fui pensando que lo mejor era no verte. Lo pensé toda la semana.
¿Llamarte? ¿Preguntarte si pensabas ir?
Decidí que lo mejor era que no nos veamos, y continuar con este silencio que elegimos cuando nos separamos... y que después de tantos meses, tal vez ahora cobra todo otro sentido.
Porque ayer no dejé de ir... (cosa que hubiera hecho, decididamente, hace un par de meses, cuando recién nos habíamos separado).
Sabía que era probable que estuvieras ahí.
Sabía que me arriesgaba a encontrarte y a tener que mirarte a los ojos y sentirte extraño y lejano.
Sabía que tendría que saludarte, y sonreírte. Y hablarte y contarte de mí, y escuchar de vos. Y enterarme de que haces ahora que no estas más conmigo, y saber si sos más feliz o más infeliz que antes.
Y entender de nuevo, o tratar de acordarme, porqué no estamos juntos. Porqué decidimos que así estaríamos mejor. Cuánto de todo eso se cumplió después.

Y sin embargo, llegué y no pude evitar que mis ojos recorrieran el lugar, buscándote.
Y ¿porqué?
Si yo había decidido que lo mejor era no verte...
Había deseado con todo mi corazón no encontrarte...
Había pensado (incluso) los posibles diálogos por si acaso nos encontrábamos muy a pesar mío.
Porque yo no te quería ver...
No quería... y sin embargo no podía detener a mis ojos que te buscaban, por todos lados... por todos los escenarios, por todas las caras...
Y no te encontré... y no quería encontrarte.
Y ahora estoy triste... y juro que no quería verte...
pero no te vi.
Ayer, no te vi...


(Lobo, infinitas gracias!)